Soy Junior Lora Fernández. Nací en la ciudad de Santo Domingo, República Dominicana.
Mi nombre, muy usado como segundo nombre en este país, nace para mí de una larga historia de la letra inicial, la "J". Según mi padre, mi nombre se inspira en el día y mes en que nací, y en otros nombres muy cercanos a mí. Por pura casualidad nací un jueves 11 de Junio del 1987. Mi padre se llamó Julio Tejada Lora; el nombre de su madre era Juliana Lora, y el de su padre, Juan Tejada. Por parte de aquélla, María Nelly Fernández Núñez, su madre se llamaba Juana Núñez Abreu. Viví los primeros años de mi infancia en la casa de mis abuelos en el sector Mi Hogar, Los Minas. Allí cursé mis primeros años de estudios hasta el primer grado; luego, en el colegio “Nuevo Amanecer” (pre-primario) y en “Nuevo Horizonte” (primero de primaria). Al cumplir justamente los seis años de edad, me mudé con mi papá, un hombre recto y con principios que le fueron impuestos por la vida. Él vivía solo, en la casa de una de sus hermanas, que se había establecido en Italia. Estar a su lado fue desde entonces mi gran motivo para seguir adelante. Así, en los años que estuvo conmigo, aprendí a ser el hombre que soy hoy en día, íntegro y lleno de vigor para completar sus metas. Seguí estudiando en la escuela “Aníbal Ponce”.
El día 12 de enero de 2002, le dió un cambio rotundo a mi vida dejando en mi ser un vacío etéreo de muerte. Desde aquel día que murió mi padre, ya mis días nunca ha sido iguales, domingo sin sol, calles baldías, todo ha sido desigual desde entonces. dejándome tan solo como una hoja de árbol caído, que zumbando con el viento sigue sus andanzas . Recuerdo que el día anterior a su muerte apenas le pude ver unos quince segundos, segundos que han quedado eternizados en mi grito silente y el fulgor de mis lagrimas de fuego. Lo que más me duele de aquel día es el no haberle podido decir “Te quiero mucho, papá”. Desde ese momento, mi vida tomó rumbos muy diferentes; he ahí una de las razones por las cuales desgloso mis sentimientos en palabras.
Un dia desperté y me encontré frente a frente al espejo como todas las mañanas, detrás de la ventana que daba sentido a la realidad que viven los que sufren. Descubrí que una lagrima diáfana se resbalaba por mi mejilla, dejando algunos versos silentes cicatrizados por su salubridad, mientras se volatizaba con el calor de invierno que respira mi pequeña tierra diezmada de olvido e injusticias. Desde aquel día despertó mi inquietud y me he identificado con quien sufre, con quien padece las injusticias de estos tiempos. Así como en mi país. Mi poesía no pretende ser otra cosa que mi propia expresión volcada sobre esos grandes temas: soy yo mismo transfigurándose en verso; y es el mundo mismo el que pasa por delante, desde mis ojos y mis manos. Es la mía una poesía que se hace el camino al tiempo que lo va recorriendo urgida.
Agradezco la colaboración de mis grandes amigos que me han embarcado con la seguridad de sus palabras y su apoyo en éste inmenso mar de la expresión escrita.
Jaime Araos.
Parix Cruzado.
Ligia Calderon Romero.
Osmara Cantero.
Xavier Luna.
Entre otros, por su gran apoyo incondicional en esta mi nueva manera de ver, pensar, sentir y decir las cosas.
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