‎" Un compañero para tu soledad"



Perdona la hostilidad de mis rosas.
de sus hojas afiladas y sus espinas puntiagudas.
Mi intensión sólo fue endulzarte el alma con su aroma,
"NO" encender iracundo tu dolor;
aquel que secuestras detrás de tu sonrisa
y tu manera sutil de decir que no tienes nada,
cuando te preguntan y volteas la cabeza.

Perdona la hostilidad de mis palabras.
Que claras y certeras han lastimado
cierta herida clandestina en tu pecho;
Pecho que contra el mio se estrella
y comparte en un sólo latir de corazón
lo que sientes,y lo que siento en mí
al escucharlo estrepitoso.

Perdona si las dermis de mis dedos
tu frágil cuello han lastimado.
Si has llegado a mí, con tu rostro cabizbajo
que colmado de delirios e historias
se ha recostado en mi regazo
y has profanado con tus lágrimas mi piel,
y cada tejido que conforma mi cuerpo
en busca de calor para tu frío,
en busca de una compañía para tu soledad,
en busca de caricias para tu necesidad de amor.

El asesino de si-mismo.




















Cuando el asesino regresó ya el muerto no estaba allí,

 y se cabrio al no encontrar el cadáver supuestamente  donde lo había dejado tirado.
-Pero yo disparé directo en la sien. Decía el asesino, una y otra vez mientras la interrogante se le esparcía en la cabeza. Los retratos y enseres estaban estupefactos con el acontecimiento, porque ellos vieron el suceso y entre sus cuerpos inertes se deslizaban los chisguetes de sangre y partes del cerebro que violentamente salieron de la sien de aquel que no daba señales de vida. -¡Coño!... ¿Dónde está?. Gritaba el asesino sorprendido, Mientra buscaba en toda la casa y no encontraba rastro alguno. Pero aun tenía la certeza de que su acto fue efectivo al acabar con aquella vida que sin ser ajena a la de si-mismo no se reflejó en el espejo asustado, mientras este se rascaba la herida ciega en la sien, mitigando la idea de que aquel disparo no falló con su encomienda.

¿Quién le encedió la luz?




Condenado a las sombras de los arboles estuvo todo el día, en la espera de que el Sol que le observaba a los lejos se durmiera detrás del horizonte  en el ocaso, y así divagar libremente a su antojo en calidad de ser noctambulo. Pero, murió  como si nunca hubiese  salido de la sombras de aquellos arboles que le salvaran de si-mismo, cuando sus propias manos le mataron al encender todas las luces del pasillo, de regreso a casa.

¡Ness en el lago!




























El monstruo del lago nunca fue tan feliz en la vida.
Aquel día que emigró con el gran diluvio hasta el lago Ness, en Escocia.
Jamás pensó que iba a ser una gran leyenda de atractivo turístico, 1500 años después
en la imaginación de los mortales que  aun secuestran su falsa historia en las mentes débiles de sus sucesores. Sobre aquel caballo místico que sin necesidad de pasaporte, residencia o seguro social, vino del mar y aterró por siglos una pequeña población pesquera que estaban a orillas de aquel gran lago.
Aun su espectro sale en horas de la noche y de vez en cuando en horas del día
a mitigar el miedo que  le provoca  el solo pensar que una fuerte sequía seque el gran lago
 y le robe la fama que ha labrado en siglos sin mover una sola escama.

El Necrófilo

"Él nunca supo que la muerte yacía en su cuerpo"

José era un joven de unos 27 años de edad, y nunca había tenido sexo con una mujer, hasta el día que su tío Manuel  le diera trabajo en la funeraria. Su primera experiencia fue con el  cadáver de mujer de 80 , que  había llegado aquella mañana al lugar, para ser preparada para el sepelio.  A José, les contenían las ganas a ver los cadáveres de mujeres allí desnudos, y se  llenó aquel cerebro vacío de pensamientos morbosos ante lo que veía. En los días que su Tío Manuel salía a buscar los materiales para la funeraria, José se aprovechaba de su ausencia y fornicaba  todos los cuerpos de mujeres que llegaban para hacer preparados mientras su sed morbosa de la que padecia le goteaba más o más  de su lengua. Un día llegó el cadáver una chica muy joven. De uno 17 años de edad y siendo bella como el pétalo de una rosa mantenía su virginidad intacta(descubrió José). Y al ver  aquel cuerpo angelical allí acostado no desaprovechó la oportunidad y lo hizo suyo una y mil veces en  el tedio del tiempo. Cuando Manuel llegó vio allí el cadáver desnudo, encima de la mesa de preparación y a José a un lado medio asustado al ver la expresión que Manuel había adoptado con lo visto. José no sabía que decir y le dijo que estaba empezando a preparar el cuerpo para cuando llegase Manuel tuviera menos trabajo que hacer.

-             Como es la vida, no! Decía, Manuel.
-             Así es! Respondía, José.
-             Que joven ella y murió de una extraña enfermedad muy                                                contagiosa.
-             ¡…Ah bueno!. No sabia. -dijo José tragándose el día de su muerte.