Cirio.




















Cuán hermoso ha de ser tu fulgor,
radiante con el cual nos deslumbras la mirada
y nos exalta la piel que nos cumbre y muere.
Que brillantes e intensas son tus flamas,
y mientras más grande es tu llama
más rápido se extingue tu existencia,
como mis sueños al contemplarte.

Mujer de la Sierra

¡Oh mujer que naces entre matojos del olvido
y con triste gemido de niño
dejas tu esencia por donde pasas!
¿Por qué tu rostro acongojado me ha llamado al destierro?
Tú, mujer ciguapeña, bella y arisca,
de  piel velluda  y pies extraños.
¿Por qué Me miras triste y con deseos de amar me hechizas,
mujer extraña de tierra inmaculada, fresca y lejana?
Tú, que vistes el cuerpo desnudo con el pelo largo
suave y lustroso que nace de tus entrañas
y se desborda de tus pensamientos.

¿Por qué la indecisión de haberme amado
si al final me dejas en los brazos depravados
de la muerte que nadie espera?
Yo, que he saciado tu antojo
el deseo carnal que agobió eternamente tu ser
mujer de corazón salvaje y sueños perdidos.
Ahora vociferas mi muerte a ver mi cuerpo allí tendido
en tu lecho de hojas secas
                                 en tus pechos malheridos.
A un amor segundo



Déjame entrar en tu aire, en tu rabia
en el respiro de tus pulmones y respirar contigo.

Déjame ser aquella luz distante
que brilla en tus ojos, el final de tu camino,
el agua que sacia tu sed insaciable.
Déjame ser el calor volcánico
que descansa en tu pecho lleno de vida
en la aurora silente que duerme
en tu cuerpo desnudo, estupefacto
colmado de delirios.
Déjame estar allí, solitario contigo
surcar en tus más profundos pensamientos
o sólo déjame entrar en tu alma compleja y herida,
 para curarte de mí y hacerte sentir lo que siento.

Déjame ser las palabra errada que dices
la parsimonia estancada en tu corazón miope
la razón quemante que desata fervor en lo que piensas,
o sólo déjame ser parte de tu vida, simplemente
ser tu alegría y vivir tus tristezas sin valía,
con mucha  franqueza.



Pintura : Niño y niña mirando la luna


de Norman Rockwell.



Madre Tierra

Traes nuevamente la primavera en mí
y curas las heridas de esta alma miserable;
andante sin rumbo y sombra que le siga.
Traes nuevamente la esperanza entre tus dedos
por la que se cuela el enigma de las llamas vencidas
que renace nuevamente de las cenizas
y emergen de ellas aquella esencia perdida
que llamamos alma y en ti renacen.