“Tic tac”, esplendor y millones de miradas.





Viven pendientes del tiempo, y pasan sus años balanceándose con el “Tic Tac” de millones y millones de relojes que no se ponen de acuerdo para dar el mismo tiempo exacto de la madrugada. Mas, la naturaleza sabe bien cómo, dónde y cuándo es el tiempo justo en el que el feroz sol calienta sin retraso el medio día. Se escucha desde entonces miles de cantos, hablando de lo mismo en miles de voces e idiomas desconocidos, que nadan desde los ríos y se deslizan con el viento al odio del que no escucha, mira, ni siente el colosal sol rayando el meridiano en sus nidos y madrigueras. 

–La comida está servida. Gritan los exploradores pájaros, exploradores peces y exploradoras raíces debajo de la corteza terrestre. A sus pichones, a sus roedores y a sus flores. Siendo estos entonces los que velan satisfecho el esplendor de la noche desde sus puntos asignados en el espacio. 
De ricos paladares se deleitan, presumiendo su ignorancia ante la eventual realidad que le depara la vida. “Nada es gratis en esta vida”. Sigue siendo entonces la muerte la paga del pecado consumido y el fin de haber vivido discretamente. "Bene vixit que bene latuit"(Vive bien quien vive discretamente) Como declara la máxima favorita de Descartes.
Era la hora esperada, y entre las montañas que viste el horizonte de primavera, el otoño y el invierno, quedará dormido el día al llegar la noche y donde la misma noche dormiría de su vigilia al llamar el día. Se escucha entonces pasado el meridiano el grito ausente de la aurora y la bruma cercana a los malecones que velan los crepúsculos. Se les hizo costumbre entonces a los lobos domesticados que recorren las calles solitarias de sombras petrificadas con el contraluz de los faroles apagados. Ver la luna plateada como la guardiana de las noches inmortales. Era la luna, la madre y compositora del maravilloso esplendor ante las miles de miradas nocturnas y los vagabundos insensatos que se asustaban con los grillos y los búhos. “Fenece entonces efímeramente el día y subsiste la noche para los seres noctámbulos de ambas ánima”. 
El principio de la semana no es el lunes ni el domingo para estos seres vivientes, sino el día quien hace a la semana, mientras esta a los meses que forman los años de aventuras entre sus miradas. 
Solíamos escuchar entre el tiempo apasionado al silencio. Escapando de entre las cavernas recónditas a los gatos monteses, devoradores de espectros y pequeños e indefensos seres perdidos en sí mismo. De este lugar tan oculto a las miradas no exploradoras, se desterraba deprisa el silencio delante huyendo del aleteo de miles impacientes murciélagos que despertaban justo caída la tarde para explorar la noche, y fertilizar los suelos no arado por el hombre con sus excrementos en terrenos deficientes de material orgánico. Es entonces, y sigue siendo el murciélago el explorado cabal de la noche, quien anima al viento a soplar por varias posiciones geográficas de la imaginación humana. Prácticamente al compás de las bruces notas de la noche silente, ante los seres extasiados con la luna veladora de sueños. 
Aun en el injusto silencio del silencio, que no le guardaba rencor a las voces que enmudecen por temor al callar los secretos de la vida. 
Es entonces el sereno la sinfónica triste sin estribillos ante los grillos de melodía estrepitosa que ofician la buenaventura de la noche a los de más allá de cualquier mirada distante. Es donde existen postrados los magistrales centinelas de miradas de largas distancias. Capaces de atravesar la gruesa bruma que viste el azul de mar para observar las bahías coralinas, los terrenos altos y sus muelles plagados de errantes gaviotas insomnes en soledad. 
Es allá en lo alto de la bahía donde el ser evolutivo potras una de sus mayores e ingenuas obra. La que despierta de su más profundo sueño a los muertos. Es sin duda la luz del Faro el arpón diáfano que de lejos alumbra a los mundos desconocidos por los seres amantes de los mitos Griegos y Nórdicos de: Poseidón(Ποσειδῶν) y el dios, Odín(Óðinn). 
Quien creó los cielos y los océanos, tuvo que inculcar a los impresionistas. Al destinar un cielo repleto de estrellas a que se uniera paralelamente en una dimensión magistral con el océano. Es sin duda el Oleo más impresionante antes visto por ojos mortales que pudiera pintar un artista ciego de ganas. 
Va pasando la noche lentamente espectáculo tras espectáculo con la llamada anticipada del día que se mete poco a poco por el este. Convidando a la noche que se vaya marchando. Igual que la noche, el día tiene sus voces con quien anunciar su llegada, esta entra en lleno en la voz de un ser tan obsesionado con su canto como lo es el gallo. El portavoz orgánico de la mañana. Quien al igual que el sol da la hora esperada por todos aquellos seres vivientes alocados nuevamente por el “tic tac” errado de otra inversión humana que no da vuelta atrás. 

Brillan una a una las luciérnagas insaciables de oscuridad, como estrellas delirantes en su juego de ficción. Las que no se cansan de morir y vivir eternamente zumbando en la imaginación atónita de este ser insaciable como otros con las miradas nocturnas que velan las noches. Insomne, conforme a su brío, a la bruma, a los peces, a los roedores, las flores, búhos y grillos que sueñan sentado en la rivera con nuevos derroches de estrellas.

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