La muerte de Sisí.

Sisí nació para ser rey ruiseñor y padre de familia. Germinó  de una raíz campesina y olvidada, en la cual se hizo hombre joven cargando agua en el fuerte  de su lomo. Se durmió un día mientras seguía una estrella, y despertó  sentado en un banco de la ciudad.
Sisí no abandonó a su familia pero ésta si a él  cuando erró al decir los buenos días apenas comenzando la noche.
Sisí celebró su partida con regocijo dejando todo perdido, una semana después lloró su llegada al mundo del nunca jamás. Se vio sólo entre mucha gente y se hizo viejo cargando sus años como sacos de rocas en su lomo herido y sin fuerzas.  El hijo de Madan Inés, cantaba. Ya que no pudo aprenderse otra canción igual. En la ciudad perdida, se sintió artista mientras cantaba una y otra vez la misma canción, lo que sus compañeros de aposento le aplaudían y otros le odiaban al no poder dormir en paz en sus camas de cartones.
 Sisí llegó a ser rey de lo justo y se buscó la vida honradamente. Siempre estaba ahí cuando se le necesitaba y su única exigencia era una taza de café todas las mañanas para mantener despiertos sus ánimos.
Sisí fue padre de familia, al menos eso llegó a creer porque los sueños no fueron injustos con él, como la vida.
 Sisí siempre alimentó a los  perros que velaban sus sueños y a las palomas que le acompañaban en el parque donde dormía, con las míseras migajas que mendigaba de los botes de basura.
El hijo de Madan Inés, cantaba. De día y de noche aun cuando el dolor en sus muelas molidas le destrozaban la lengua.
Sisí Sisí, como le gustaba ese nombre a Jacobo matos Perdomo. Odió tanto su verdadero nombre  como la apostasía de quienes lo juzgaron por su error. Odió tanto aquel paso traicionero de los años que lo llevaron a la muerte donde nadie más que él, lo conocía.
Murió Sisí  sin ser ruiseñor y el  silencio que no olvidó repetir la única canción que tenia escrita en sus labios. Nadie preguntó por su cuerpo  en la morgue  y quien lo preparó para  desecharlo en la fosa de fuego olvidó peinar su cabello a un lado de su frente como le gustaba; como solía hacerlo con sus manos rotas, el pobre de Sisí.

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