Coloquio al retrato de mi desgracia.

Siempre me postré frente a tus fotos, al ver que sonreían para mí, y fui feliz. Eras la persona en quien descubrí que el amor perfecto no existe y así como es este fue cruel e injusto. Digo esto porque no encontré en ti la oportunidad de ser quien en verdad quería que supieras que era y lo que sentía. Por eso te escribo lo que siento, en esta humilde reflexión de mi alma desolada. Pero la vida tiene que seguir, como siempre a pesar de los tropiezos que el destino que fraguamos poner en el camino. Hoy entiendo completamente que ya no serás más un tropiezo en mi vida. Acepto la responsabilidad, que muero aún por ti y no sabes nada. Eres feliz y eso me hace sentir bien aunque no sea conmigo. A pesar de que tropecé tantas veces con la misma piedra hoy me resigno y te pierdo a verte volar lejos. Al verlos felices sólo me queda reírme de mi miserable alma, ya que es lo único que puedo hacer por la vida que me tocó llevar a cuestas. Lo único que siento (ahora) es que dejas en mí una cicatriz en lo más profundo de mi ser. Sólo me cuesta seguir el camino y no dejar de ser el caminante ya que hoy puedo decir que estoy disponible, expirando cada día más por ése que consideras apto para tu vida…

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