II


Anclado
No me libres del mar, no me libres.
De sus olas y sus rocas
que son como campo de fusilamiento.
No me libres de su profundidad y lejanía
como rostro reflejado en el olvido.

Déjame perderme en silencio, cabizbajo.
Pensando desde adentro lo injusto que es
no condenarme a tus labios, a tu cintura.
Al cáliz de deseos que llevo dentro;
que llevo fuera de mi proa como gaviota errante.
No me detengas, por favor ¡No lo hagas!
Porque no vale la pena quererte así de esta manera
si la gloria que me toca vivir sin ti en esta cercanía,
me sabe al infierno de quedar anclado en tu partida.

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