# 1. La dolencia que recorren mi patria















¡Oh tierra mia!,  tal vez en ti
 labro inciertamente  mi porvenir.
A ver caer en tu vejez la juventud
de aquellos rostros desmesurados
que recorren tus calles de esquina a esquina.

Juventud y niñez; niñez sin juventud
que venden su sonrisa
y una que otra mentira que corroe en sus bolsillos
las monedas de papel
que no curan  las yagas ulceradas en sus vientres
y  el des-porvenir que labran con sus manos
 ya débiles y menguadas.

Déjame venderte mi sonrisa, claman con los ojos.
Para que la mísera paga que labran en las conciencias
sea el bienestar de lo sufrido,
de lo vivido, y lo soñado.

Yo , que a distancia les venero
y no dejo de pensar en ellos
al sentirme sumergido en su piel plegada de tardes negras
y  en su caminar de noches largas.

Es la dolencia de sus desventuras,
que me condenan al hastío, y a las cicatrices
que de punta a punta erigen en sus sonrisas.
 a fuerza de no gemir, de alegria y de Dios.

Déjame lustrar tus pies niño desventurado.
Y ver en ellos la condena que cicatrizas en tu rostro
que anheladamente mira la blancura de mis codos y rodillas.

Déjame cubrir tus heridas con el telar
de lo que fue  mi inocencia,
y con lo poco de mi buenaventura
envolver tus pies descalzos.

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